miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Es útil quejarse? Sin duda.Toda la energía se va en quejarse.

Es útil quejarse? Sin duda. Es más,expresar una disconformidad con algo es, para los que trabajamos en organizaciones orientadas al servicio, de gran importancia para establecer canales de comunicación con nuestros usuarios (internos y externos) que nos permitan recoger las quejas y reclamaciones. Esas quejas nos ayudan a  constatar muchas veces defectos (más o menos importantes) o nos alientan a  explorar nuevas vías  de trabajo.
Si compartimos el axioma de que el cliente, el usuario, el administrado  es lo primero, debemos como gestores facilitar que puedan comunicarse con nosotros. De ahí la necesidad de  articular una vía fácil y amigable para que nos hagan llegar sus quejas y la exigencia de establecer un sistema que las organice y permita hacer un seguimiento de la reclamación, para que como organización aprendamos de los errores y aprovechemos las sugerencias del cliente/usuario/ administrado (táchese lo que proceda).
Como me imagino que poca discrepancia va a existir en esta tema, desde el punto de vista del gestor y del cliente/usuario/etc, lo que me propongo en la entrada de hoy es quejarme del quejica.

Hablo de la queja como acción proactiva  que persigue solucionar,  mejorar  una situación de partida  insatisfactoria o directamente injusta. No me estoy refiriendo a ese modelo de queja no. Estoy aludiendo a aquellas personas que únicamente conocen el modo queja como sistema de comunicación con (y aquí también planteo varias alternativas para que el lector escoja la que le parezca oportuna) su familia, jefe, subordinado, compañero de trabajo, amigo, vecino…

Estoy hablando del que se queja de su mala suerte todo el rato, aquel al que todo le sale mal (supongo que por una caprichosa confabulación de los hados), su jefe es insufrible, los del departamento  XXX solo quieren fastidiarle y así podríamos seguir hasta el infinito. Son personas que se quejan de todo, pero que rara vez aportan soluciones a sus problemas, o simplemente analizan lo que podrían hacer para mejorar o  cambiar la situación que plantean.
Sus interlocutores con muchiiiiiisima paciencia recogen sus quejas, una y otra vez (el quejica profesional sabe muy bien a quien darle la chapa) y tratan de darle consuelo, orientación, ayuda en definitiva. Pero ¡Quiá! El quejica no quiere soluciones, no quiere tus soluciones, en realidad ninguna solución le gusta, le vale, se le adapta. Su caso siempre es especial, súper difícil, súper complicado. En el fondo, piensa el quejica, que no le entiendes.
Pues yo me quejo de ese/a quejica. Porque antes era de  que trataba de aportar ideas para mejorar su situación hasta que me di cuenta de que eso le daba igual: solo quiere soltarte su rollo. Así que últimamente me limito a escuchar  (todavía no llegado a la fase de pasar del quejica) y pongo el piloto automático: porque si algo esta mal, algo nos molesta, algo nos provoca desazón, hagamos algo por cambiar la situación. Pero hagámoslo de verdad, si no es así dejemos de quejarnos y aceptemos lo que nos pasa.

La actitud de quien esta él mismo "atrapado" en la acción de quejarse una y otra vez. Así practicada, la queja lo único que garantiza es que no haya transformación personal. Toda la energía se va en quejarse, garantizando así que todo se repita. El quejica no parece darse cuenta de que en eso consiste su propio "goce" en quejarse para que todo siga igual. Supongo que entre las quejas relativas al funcionamiento de los servicios habrá muchas fundadas que inspiren mejoras en los mismos y que resulte invevitable que se cuelen también quejas de quejicas. Es probable que entre estos últimos los haya que noten que se quejan más que la media sin conseguir nada pero no saben porqué les pasa. Yo les recomendaría una visita al psicoanalista para transformar su malestar y empezar a vivir y dejar vivir.

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